viernes, 5 de febrero de 2010

Vivo en un país libre. Noticias del Trópico 20

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 7, núm. 20, x de x, 2005.

Vivo en un país libre

“Vivo en un país libre...”, afirma en su canto el cubano Silvio Rodríguez, pero sabiamente añade: “cual solamente puede ser libre en esta tierra y en este instante...”, y no puedo menos que concordar con él. Yo también vivo en un país libre, dentro de las limitaciones de nuestro tiempo y condición. Y me atrevo a ponerlo a la consideración de ustedes, a pesar de las constantes demostraciones en contra.

¿Cómo puede decirse libre un país en el que predomina la pobreza? La libertad no es solamente una condición política. No es resultado directo, aunque muchos así lo quisieran, de la democracia. Quien no tiene para costearse estudios o medicamentos, no es libre. Quien no puede entrar a competir al mercado salarial por carencia de preparación o prejuicios de género, no es libre. Quien está condenado o condenada a la miseria y la ignorancia por su condición de campesino, de migrante, de indígena, de cualquier otra minoría social, no es libre.

¿Cómo puede decirse libre un país que se rige por las leyes tácitas de la corrupción? Quien no tenga para pagar la esperada mordida, no es tan libre como el que sí puede. Nos consta a todos el florecimiento de la violencia, del narcotráfico, de la explotación sexual de mujeres y menores, de los secuestros y de muchas otras circunstancias vergonzosas que suceden impunemente a nuestro alrededor y que inciden directamente en nuestra libertad.

Es un hecho que no todas y todos los mexicanos tenemos las mismas posibilidades ni las mismas oportunidades, por lo que somos libres en muy distintos grados y niveles.

Sin embargo, vivimos en un país libre. De eso no me cabe la menor duda. Y no comparo a mi país con lugares arrasados por guerras internas y conflictos ancestrales, por prejuicios y odios raciales, por fundamentalismos religiosos, por represiones mortales que prohíben y persiguen las ideas y las manifestaciones culturales de quienes son diferentes, por una miseria extrema donde la gente muere de hambre o vive, se reproduce y muere en una banqueta. No.

Me gustaría compararnos con el país más poderoso de la tierra, mismo que se jacta de ser cuna de la libertad, paradigma de la libertad, avatar defensor de la libertad. Cuando oigo estas afirmaciones, no puedo menos que sonreír. Me pregunto hasta qué punto nuestros vecinos del norte se han percatado de la cantidad de libertades y garantías individuales y colectivas que han ido perdiendo en estos últimos años. Me pregunto si aún respiran bajo la avalancha extrema de leyes y reglamentos que pretenden controlar lo incontrolable, incluyendo la naturaleza humana. Me pregunto si se dan cuenta de que el sistema bajo el cual viven - sistema que se ha encargado de taparles los ojos y los oídos sistemáticamente, a pesar de una libertad de expresión envidiable - no es aún una tiranía, pero no está muy lejos de serlo. No estamos aún frente a un régimen totalitarista, pero el escenario está montado, la maquinaria lista para entrar en funciones.

Quien vive en perpetuo miedo de los demás, no puede ser tan libre como afirma. Quien tiene una actitud irremediablemente provincial, ignorándolo todo acerca del resto del mundo, pero prepotentemente considerando a ese resto del mundo como su traspatio, no puede ser libre. Quien prefiere culpar al vecino de cualquier error, mala práctica, perjuicio o daño, sin tomar la responsabilidad de sus actos en sus manos, afirma con ello su repudio más absoluto de la libertad.

Dice Silvio Rodríguez en ese mismo canto: “soy feliz porque soy gigante”, y tiene razón. Todo está en la vara con la que se mide la verdadera estatura.

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