lunes, 10 de septiembre de 2012

El lugar al final del mundo

El newsletter de Lorenzia, año 14, núm. 61, 11 de septiembre, 2012. Corre por mis venas la sangre del árabe marroquí. Será por eso que la música del norte de África me pide que baile, que mueva las caderas al son del tambor y la flauta, que busque en los abalorios de la magia el recuento del porvenir. Son ecos del ambarluna, de un imperio aromático de resinas y especias; sueños de caravanas que cruzan desiertos de fuego y persiguen, guiadas por el mapa de las constelaciones, el sortilegio de un oasis mítico donde se labra su esencia y se decanta su fulgor. ¿Ahora comprendes la atracción que ejercen en mí los nombres de las estrellas? Por lo mismo y en su rastro, mi pisada abarca el sur de Iberia: Al Andalus de moros y gitanos, con su duende y su cante jondo y sus fuentes rodeadas de naranjos en flor; el convite de la serranía nevada, el anhelo de andar los caminos polvorientos de Granada a Córdoba y desde Sevilla a Cádiz y Gibraltar. ¿Ves por qué he de emprender nuevos derroteros? Tengo una parte de desdicha y la aportan mis ancestros sefarditas. No contentos con haber sido expulsados de Sefarad hace 510 años, con haber tenido que emigrar a Tesalónica y volverse súbditos del imperio otomano, siglos después retornan conversos a España, católica a ultranza, a predicar y vivir con la Biblia por delante y la persecución por detrás. ¿Y todavía me preguntas que de dónde saco el espíritu andariego?
Espera, aún no te he contado de mis antepasados de sangre fría: los alemanes de imaginarios señoríos y efímeros condados; o aquellos otros, normandos de apellido y alma de músicos y compositores; o el comerciante inglés que llegó hasta las Islas Vírgenes cautivado por una hija de esclavos de piel mulata; juntos engendraron mi estirpe y renovaron el rumbo de mi sangre para siempre. No te extrañe que ame el mar y a los navegantes, pues provengo también de recios vascos. Soy la orgullosa vanguardia de la última tribu de Europa, la que habla un idioma único que puede trazar sus raíces hasta los mismísimos orígenes de la humanidad. Será por eso que dejo con las manos y la palabra escrita los indicios de mi paso por el mundo, por descender en línea recta de los hombres de Cromañón decoradores de cavernas y adoradores de la naturaleza. Y no te quejes de mi parte nómada, que he nacido de refugiados y trasterrados que vinieron a dar con sus ilusiones a un país mágico de rostros pétreos, que se ríe de la muerte y que llora a corazón abierto por su historia. Soy viajera por herencia y por gusto, porque todo en mi pasado se confabula para que me vaya, porque todo en mi futuro apunta hacia el camino. El dije de ambarluna es una brújula que gira irrevocable, un mapa que conduce a otros destinos. No me culpes. Te prometo un fugaz y provisorio adiós.