jueves, 24 de junio de 2010

Pippa reencontrada. Noticias del Trópico 43

Pippa reencontrada

Son muchos los lazos que me unen a Eva Johanna Antonen. Además de haberse encargado de la sección infantil de la Biblioteca Franklin - donde trabajó al lado y se hizo amiga de mi tía Mimi -, de que una parte de su vida transcurrió en una casita diseñada por ella en Tulum, de que leía adictivamente y amaba el sol, el mar, el color blanco, el arte popular mexicano y el mercado de San Miguel de Allende, esta maravillosa mujer nacida en Boston pero de origen lapón, fue mi primer contacto con los países escandinavos y una de mis hadas madrinas en lo que a proveerme de libros se refiere.

A Eva Johanna Antonen no le gustaba su nombre y por eso se fabricó uno nuevo, sencillo y distintivo: Toni, de su apellido, y Gerez, del amor de su vida. Por una de esas curiosidades coincidentes con las que el Universo suele divertirse, no sólo mi mamá y Luis Gerez se conocían desde sus días de estudiantes de medicina en Valladolid, sino que Luis y mi papá eran grandes amigos de juventud. Cuál no sería su sorpresa cuando al llegar mis papás a México en 1941, se toparon con aquel amigo de tiempos paralelos, un amigo que lo sería hasta la muerte. Con ese Gerez completó Toni su nombre inventado y encontró una vida llena de aventuras, primero en su preciosa casa colonial de San Ángel (de su mano, a mis cinco años, conocí el Bazar del Sábado), luego durante muchos años en Culiacán, batallando con alacranes y tarántulas mientras Luis se iba de pesca a Altata, y finalmente en San Miguel de Allende, donde la improbable pareja vivió feliz y pasó a formar parte del folklor y la memoria local.

Podría escribir varias páginas acerca de Toni Gerez, de su optimismo contagioso, de su acento gringo, de las grandes camisas de manta que usaba y que difícilmente disimulaban sus frondosos pechos. Bibliotecaria y lectora nata, sentía una curiosidad insaciable por saber lo que los demás estaban leyendo; si veía a alguien inmerso en un libro en un lugar público, tenía que asomarse a checar el título porque sentía una comunicación especial con quien ella consideraba un alma gemela. Ella misma escribió y publicó tres libros infantiles: Dos-Conejo, Siete-Viento y Mi canción es una pieza de jade, que recopilan poemas del México antiguo en inglés y español, y Louhi, Witch of North Farm, basado en el poema épico finlandés Kalevala. Antes de su muerte, salió a la luz en Finlandia el cuento para niños The Day the Bear Turns Over.

Mi prima, mi hermano y una gran amiga de la familia contribuyeron también con sus recuerdos para completar esta imagen: “Vestía, por temporadas, de un mismo color y había seleccionado el azul claro para la última etapa de su vida, cuando estuviera ya más cerca del cielo”. “Cuando Luis falleció, se hizo una bolsa con una de sus camisa porque decía que así siempre llevaba algo de el”. “En busca de sus orígenes finlandeses, buscó y encontró a su familia justamente por medio de su apellido. Fue entonces a Helsinki y los conoció a todos y hasta salió en los periódicos”. “Se instalaba en un hotelito frente a la Casa Lam en Álvaro Obregón y durante dos o tres días se dedicaba a comprar libros para la biblioteca de San Miguel de Allende, especialmente de literatura infantil. Fue así que le dedicaron una sala, la “Quetzal”, para la cual adquirió valiosas obras sobre México, además de que donó el sillón de un jefe huichol que por mucho tiempo tuvo junto a su estufita de hierro”.

Gracias a Toni Gerez y a su amor por los libros, llegó a mis manos, en 1962, cuando recién cumplí nueve años, la historia de Pippa Mediaslargas, otra niña de nueve años que vivía sola en “Villekulla”, vestía un traje de parches confeccionado por ella y largas medias de distinto color, poseía un tesoro en monedas de oro y se hacía acompañar de un monito de nombre Mr. Nelson. Pippa tenía una fuerza extraordinaria, no le temía a nadie y era capaz de poner en su lugar a una banda de chicos violentos y acosadores (“No eres muy amable con las damas” le dijo a uno de ellos, antes de darles una paliza y tacharlos de cobardes). No iba a la escuela y cuando un par de policías intentaron recluirla en un hogar infantil, se les enfrentó y escabulló de tal forma que decidieron que lo mejor era dejarla tranquila. En fin, es una historia muy divertida, que para mí lo era todavía más porque me parecía que Pippa y Toni eran igualmente geniales, excéntricas y singulares. ¿Quién me iba a decir que esa extraña niña sueca reaparecería transformada en una de las heroínas más originales de los últimos tiempos?

Suecia está ahora en la mente y la boca del mundo lector gracias a la trilogía Milenio, escrita por Stieg Larsson. Supe de esta obra por varios lados simultáneamente, incluyendo el regalo del primer tomo, titulado en inglés The Girl with the Dragon Tatoo. Ya desde ahí sabemos que estaremos lidiando con un personaje fuera de lo común. La versión en español sigue al pie de la letra el título sueco: Los hombres que no amaban a las mujeres, y revela la temática más importante de todas las que Larsson entrelaza magistralmente a lo largo de la trilogía: la violencia individual e institucional que se ejerce contra las mujeres, por ser mujeres, y contra las niñas y niños, las migrantes ilegales y todas aquellas que tienen la mala suerte de caer en manos de las mafias del mundo dedicadas al comercio y la explotación sexual. Los siguientes dos tomos tienen títulos igualmente inusuales: The Girl who played with Fire o La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, y The Girl who kicked the Hornet’s Nest o La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Lizbeth Salander, la protagonista de Milenio, es una Pippa postmoderna: pequeña de estatura, delgadísima al punto de anorexia aunque se alimente de comida chatarra, con tatuajes y piercings, bisexual, introvertida, solitaria, billonaria y hacker consumada (al final de su libro, Pippa exclama: “¡Cuando sea mayor seré pirata!”). Acompaña a Lizbeth en sus aventuras dilucidadoras de crímenes, rescatadoras de inocentes, castigadoras de violadores y asesinos, y reveladoras de corrupción y violencia hasta en las más altas esferas del gobierno sueco, un personaje inspirado también en otra obra infantil de la autora de Pippa Mediaslargas, Astrid Lindgren. Se trata del niño detective Kalle Blomkvist, que sirvió a Stieg Larsson de modelo para el periodista, fundador y editor estrella de la revista de investigación y denuncia política Milenio.

Los temas que Larsson logró entretejer en su trilogía son tan variados como fascinantes. Me llegó al corazón la violencia contra las mujeres, la trata de personas, la realidad de tantos hombres que odian a las mujeres por el sólo hecho de serlo. Me intrigaron los ejemplos históricos de la presencia femenina en la guerra y miré con nuevos ojos a las adelitas. Me divirtió la incursión de Lizbeth Salander en las matemáticas y que encontrara la solución del propio Fermat a su insoluble teorema. Me encantó la magia de la investigación, cuyos horizontes se han abierto de forma tal que cuando yo me inicié en la búsqueda de información documental y bibliográfica resultaban totalmente impredecibles e inimaginables. Milenio es, de hecho, un manual/lección en investigación, que igual vale para aclarar robos y secuestros que para abordar interrogantes académicas. Sobre todo, la lectura de Milenio me remitió a mis propios recuerdos de Suecia.

A punto de cumplir 16 años, hice junto con mis padres y mi hermano Alfredo un memorable viaje en coche que nos llevó desde Holanda hasta Bélgica pero por la vía larga, o sea, atravesando Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, la Unión Soviética, Polonia y nuevamente Alemania. Cuando en aquel verano de 1969, tras de visitar Kronborg, el castillo de Hamlet en Elsinore, abordamos un ferry de Dinamarca a Suecia, tuvimos nuestro primer contacto con este reino socialista sui géneris, inventor del Ombudsman, donde el precepto fundamental de la democracia es la libertad de expresión, derecho humano que abarca a todos los demás.

Luego del tour por Noruega, cruzamos nuevamente, pero sin darnos cuenta, la frontera sueca, y el paisaje noruego de cultivos dio lugar a praderas, pastizales y bosques de coníferas. Pasamos por lugares que Milenio me traería a la memoria, como Göteborg y Udevalla. Disfrutamos de los abundantes smorgasbord o bufets de carnes frías, quesos, panes diversos y otros ingredientes de la cocina sueca. Finalmente llegamos a Estocolmo, que se recorre tanto en barco, por estar construida sobre 14 islas, como en coche, a través de sus 57 puentes. Es una ciudad preciosa.

Tras la visita al Rathaus o sede del gobierno municipal, nos encontramos en el parabrisas del coche un tarjetón de la policía que, en varios idiomas, decía lo siguiente: “Sabemos que son ustedes extranjeros y que desconocen las leyes y reglas de tránsito de nuestro país. Cuando vean este signo – un dibujito – no estacionen su vehículo porque indica zona prohibida. Gracias por su cooperación y ¡bienvenidos a Suecia!” Nos pareció el colmo de la civilización.

Califiqué a los suecos, en mi diario de viaje, como “demasiado descarados y atrevidos”… Quizá mi juventud, aspecto y vestidos de paliacates y jorongos mexicanos provocaron un exceso de sonrisas, guiños, piropos, acercamientos e invitaciones de suecos de ojos azulísimos pero en su mayoría borrachos como cubas. No me privé, sin embargo, de bailar “Lady Madonna” con mi hermano, para regocijo de los comensales del restaurant donde cenamos una noche y donde tocaba un conjunto de 4 suecos inolvidablemente guapos.

La continuación del viaje nos llevó de Suecia a Finlandia, donde muchos rostros venidos de la Laponía nos recordaron de inmediato las facciones alegres y los ojos medio rasgadillos de Toni Gerez. Y en su honor recordé en mi diario a Pippa Mediaslargas, a Nils Holgersson, a Kalle Blomkvist y a otros héroes y heroínas de las historias que, gracias a Toni, disfruté en mi infancia, y que ahora, tantos años después, he vuelto a encontrar.