viernes, 5 de febrero de 2010

El Premio o "del uno al otro confín"... y de regreso. Noticias del Trópico 14

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 6, núm. 14, 7 de junio, 2004.

El Premio o “del uno al otro confín”... y de regreso

Quizá haya entre ustedes quien recuerde la primera novela que escribió Julio Cortázar y que se llamaba “Los premios”. Se trata de las vicisitudes por las que pasaba un grupo heterogéneo de personas que habían sido acreedoras a un premio consistente en un viaje en un extraño crucero. Les recomiendo desde luego la lectura de esta poco conocida obra de Cortázar, un buen ejemplo de literatura latinoamericana en la tradición de misterio y fantasía de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges.

Pero no es para hablarles de los premios de Cortázar que escribo estas noticias, sino del Premio Nacional al Mérito Ecológico, otorgado por la SEMARNAT. El sábado pasado, Día Mundial del Medio Ambiente, mi hermano Alfredo recibió dicho premio en la categoría individual de manos del Presidente Fox. A más de muy orgullosa, me siento muy feliz de haberle acompañado en esos momentos y me emociona que, para hacerlo, la vida me haya llevado del uno al otro confín de nuestro país, del extremo sureste al extremo noroeste, del Mar Caribe al Mar de Cortés.

Llegué el jueves anterior a la Gran Tenochtitlan en medio de lluvia y frío, a pesar de la ola de calor anunciada días antes. En medio, también, de un tráfico terrible, no pude menos que recordar mi llegada a la metrópoli hace dos meses, en Semana Santa: las calles vacías, miles de jacarandas en flor (nunca me había dado cuenta de la cantidad de estos árboles que hay en el DF) y en la amorosa y divertida compañía de John.

Para curar mis nostalgias, me fui al Sak’s y emulando a mi amiga Regina pedí “mi chopita” bien caliente y un té de especias. Esa noche cené con mi hermano y con mi hermana Carmen Tagüeña en un restaurante chino, donde platicamos rico y nos pusimos al tanto de las novedades familiares. Luego dormí en Tlalpuente, entre pinos cuajados de lluvia, allá arriba rumbo a Cuernavaca, la ciudad de los palacios a mis pies, al igual que una labrador preciosa, Harley, que literalmente durmió a los pies de la cama y me dio calorcito.

El viernes temprano emprendimos vuelo a Hermosillo, Sonora. Creo que la pregunta obligada, cuando se admira desde las afueras esta ciudad extendiéndose por un valle rodeado de cerros, es ¿a quién rayos se le ocurriría fundar un asentamiento humano en semejante calcinante, desértico y desolado paraje, y por qué? Hermosillo tiene la distinción de ser el quinto lugar más caliente de la Tierra - solo superado por Mexicali, Baja California, que se lleva el galardón del tercer lugar mundial - y lo demostró recibiéndonos con 45º C a la sombra. Eso sí, todas y todos los sonorenses son ¡ALTÍSIMOS! Viniendo de la tierra del Mayab, esto es algo que impacta bastante.

Una vez reunidos todos los premiados en el aeropuerto, a eso de la una de la tarde, emprendimos camino en un autobús rumbo a la bahía de Guaymas, a dos horas de distancia de Hermosillo. Cuando llevábamos unos 40 minutos de viaje, el motor del autobús decidió detenerse y ya no hubo manera de arrancarlo. En un principio las bromas abundaron, lo mismo que las botellitas de agua, pero después de media hora, cuando el calor empezó a arreciar, los comentarios eran por el estilo de “¿Se imaginan los titulares en los periódicos de mañana? Todos los premiados al mérito ecológico mueren deshidratados en el desierto de Sonora”... Después de una hora bajo el sol sonorense, algunas personas se empezaron a acordar de todos los indocumentados que han fallecido encerrados en vehículos polleros en su intento por cruzar a Arizona. A la hora y media, yo ya sentía que mi cerebro podía empezar a sancocharse de un momento a otro. Por fortuna, no solo salieron a relucir los celulares, avisando de nuestra posición a diversas instancias de Hermosillo y Guaymas, sino que a una de las premiadas se le ocurrió que sería un buen momento para que todas y todos los presentes dijeran quienes eran y por qué habían ganado el premio, en lo que llegaba otro autobús a recogernos.

Así nos enteramos de que el Premio Nacional al Mérito Ecológico fue instituido en 1993 por Luis Donaldo Colossio, titular de la entonces SEDUE. Hoy, en 2004, son cinco las categorías que lo componen: académica, empresarial, educativa, social e individual. Se presentaron 85 postulados provenientes de 23 entidades federativas, y de ellos se dieron cinco premios, creo que ocho menciones honoríficas y dos menciones especiales. Entre los premiados está la escuela que una gran y antigua amiga nuestra, Ana Mary Aldabe, dirige en Morelia y que realiza una interesante labor de educación ambiental integral con maestros, alumnos y padres de familia. El premio en la categoría social se lo llevó la comunidad indígena de San Juan Paricutiro, que lleva ya varios años utilizando comercialmente su bosque y, al mismo tiempo, conservándolo. Me llamó mucho la atención una empresa de arbolitos de Navidad, que se hizo acreedora a una mención honorífica, ya que promueve que la gente corte su arbolito, pero de tal forma que no se mata al árbol y se permite que se siga regenerando. También Amigos de Sian Kaán, A.C. recibió una mención honorífica, y a Alfredo le entregaron el premio individual por la labor del CIQROO y la creación de la reserva de la biósfera de Sian Kaán.

A mi sí me sorprendió que la ceremonia de premiación fuera en un lugar en medio de la nada: San Carlos, Sonora, donde solamente hay mar, desierto y nada más. Por primera vez en mi vida caminé por un auténtico bosque de órganos inmensos y tomé fotos de cerros y montañas extraños y mágicos, esperando ver aparecer de un momento a otro a Don Juan Matus. Eran las ocho de la noche (10 p.m. en Quintana Roo) y el sol seguía brillando en el horizonte, el agua del mar tranquila y cálida, el silencio absoluto.

No pude tomar fotos de la ceremonia propiamente, porque el Estado Mayor presidencial nos recogió las cámaras. Fue interesante ver la orquestación del evento, la organización planeada hasta el último minuto, la coreografía de por dónde subirían y bajarían los premiados, a quién debían saludar y cómo, etc. Le habían pedido a Alfredo que él hablara en nombre de todos los premiados, pero con todo y que llevaba un excelente discurso, a la hora de la hora decidieron no programarlo. La premiación coincidió con otro evento mayor: la firma de un convenio para el ordenamiento ecológico del Mar de Cortés, con la presencia de Fox y de los cinco gobernadores de los estados que rodean este enorme golfo californiano: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit.

Todo ocurrió bajo una blanca carpa en la playa, a la orilla del mar. Fox, el más alto de todos y acabadísimo, el pobre. Los discursos políticos los hubiera podido resumir, corregir, aumentar y mejorar el discurso de Alfredo. No obstante, me gustó lo que dijo el gober perredista de Baja California Sur, quien se refirió a problemas y peligros concretos. Y me encantó el secretario de la SEMARNAT, que es guapetón y nada protocolario. Lo que no estoy muy segura es de qué tanto se beneficie el medio ambiente de la región y de ese “mare nostrum”, pues el ordenamiento no es todavía una realidad, sólo se comprometieron con su firma a intentar llegar a un acuerdo. Precisamente el gobernador de Sonora es el más reacio a aceptar las condiciones de un plan ecológico, y a la SEMARNAT le costó dos años de negociaciones tan solo lograr que aceptara firmar este primer compromiso.

Una vez terminado el evento, nos ofrecieron un banquetazo delicioso, consistente únicamente en frutos del mar: ceviche de pulpo, empanadas de cazón, diversos pescados, y camarones en ceviche, a la plancha, con axiote, cocidos con mayonesa, a la veracruzana, a la parrilla, empanizados y más.

Lo mejor de todo fue el premio a Alfredo y la oportunidad de estar juntos, de hablar de tantas cosas, de recordar anécdotas familiares, momentos de la vida de nuestros padres, de nuestro hermano mayor, nuestra vida en familia, proyectos, inquietudes, experiencias de viajes y mil cosas más que nos acercan y nos hicieron re-encontrarnos y re-conocernos en una nueva etapa de nuestra vida de hermanos. ¡Qué privilegio y qué alegría! Me siento muy orgullosa de Alfredo - mi querido Jagna - por muchos motivos, no sólo por este tan merecido reconocimiento. ¡Felicidades, hermano!

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