viernes, 5 de febrero de 2010

De venusinas y marcianos. Noticias del Trópico 31

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 9, núm. 31, 8 de marzo, 2007.

De venusinas y marcianos

Hablábamos hace un par de semanas, dos mujeres y un hombre, de la nueva presidenta de Harvard, que tendrá una doble tarea, porque, por ser mujer, deberá desempeñarse bien en ese puesto y a la vez demostrar que tiene los méritos para ello a pesar de ser mujer. Se espera de ella lo que se esperaría de cualquiera con los suficientes logros y talentos para dirigir la mejor y más prestigiosa universidad del mundo y, además, que sea tan capaz como el más capaz de los hombres en el desempeño de ese puesto.

Eso, que yo en un momento dado de la charla llamé injusticia, me doy cuenta de que es una parte y un componente más de ese complejo proceso que ha llevado al movimiento de liberación de las mujeres, desde las sufragistas y el women´s lib, pasando por el feminismo radical, hasta la lucha por la equidad. Es una etapa más de un proceso histórico muy reciente que, sin embargo, está dando pasos agigantados. Es un proceso que beneficia, además, a la especie, no solo a las mujeres. También los hombres están dejando y dejarán de tener ciertos roles de género impuestos, que los limitan y disminuyen.

No obstante, el proceso liberador tuvo que empezar con las mujeres y ser generado por mujeres, tuvo que tener la obstinación persistente de las sufragistas, el radicalismo de las quemadoras de brasieres de los sesentas y la ferocidad de las feministas posteriores, para alcanzar una etapa a la que ahora muchos hombres se están uniendo con una nueva visión del mundo que no es ni patriarcal ni matriarcal. Se tuvo que pasar por distintas fases de este proceso liberador y, como dije, tuvieron que hacerlo las mujeres. Porque no se trata de que los hombres nos reconviertan en diosas después de haber sido esclavas, las “niggers” del mundo, como bien cantaba John Lennon. Porque no queremos ser ya definidas por los hombres ni bajo sus términos. Porque al igual que los hombres, las mujeres también tenemos inquietudes y ambiciones materiales, intelectuales, artísticas y espirituales.

Visualicémoslo así: la Tierra ha sido colonizada o poblada por un grupo de marcianos que aterrizaron en su propio cohete, y simultáneamente por venusinas que llegaron en su platillo volador. Dio la feliz casualidad de que unas eran de sexo femenino y los otros de sexo masculino, y entonces existió la posibilidad de seguir propagando una especie compuesta de dos seres distintos pero complementarios, a través de la placentera actividad sexual. Sin embargo, más allá del sexo, de la sexualidad, de la propagación de la especie y del instinto de supervivencia – que es el único instinto que existe (la existencia del instinto maternal es tan mítica y falsa como la inexistencia del paternal) – tanto marcianos como venusinas tienen una serie de cualidades y defectos, de capacidades, talentos y habilidades, y de inquietudes y ambiciones.

No es que las venusinas ahora quieran competir con los marcianos. Creo que es una forma muy estrecha de ver las cosas, de ver el proceso que constituye la liberación femenina o el feminismo. Las venusinas tienen las mismas inquietudes y ambiciones que los marcianos, quieren ejercer la política, matar en la guerra, escalar montañas, caminar por la superficie lunar, escribir novelas de premio Nóbel y ser presidentas de una universidad tanto como los marcianos. El problema es que, más o menos desde que un marciano llamado Abraham dijo que el monoteísmo era superior y mejor que las religiones femeninas basadas en la fertilidad de la tierra, se instauró la forma marciana de ver las cosas, o sea, patriarcal, y las venusinas, con todo y sus inquietudes y ambiciones, fueron reprimidas, sometidas y hechas a un lado. Las formas de represión a lo largo de tantos siglos son evidentes: leyes, costumbres, tradiciones, mutilaciones, prohibiciones, violencia abierta y sin disfraces, etc. Ahora no es que las venusinas busquen competir con los marcianos, sino que simplemente quieren poder ejercer también sus inquietudes y ambiciones, con las mismas oportunidades y sin tantos obstáculos puestos precisamente para frenarlas.

La prueba de que, desde un inicio, venusinas y marcianos hicieron equitativamente de todo, está en la llamada época de las cavernas. Una explicación simplista diría que mientras los marcianos salían a cazar, las venusinas se quedaban en las cuevas a amamantar y cuidar a los retoños, y que por ese imperativo biológico los hombres son del mundo y las mujeres de su hogar. Pero no es tan sencillo. Los primeros marcianos salían a cazar y a través de esa actividad de supervivencia desarrollaron métodos y capacidades de cooperación, convivencia y apoyo, tecnología de armas y herramientas, técnicas para capturar y para trasladarse de un lado a otro siguiendo a las manadas, y un sinfín de productos culturales más.

Mientras tanto, en esa rudimentaria pero crecientemente compleja división sexual del trabajo, las mujeres salían a recolectar frutos, semillas y raíces y desarrollaron las técnicas y métodos de recolección, de preparación y preservación de la comida, el conocimientos profundo de las plantas comestibles, de las que no lo son, de las que matan y de las que sirven para curar, es decir, la herbolaria. Fue probablemente una mujer la que descubrió o inventó, como se quiera, la agricultura, paso gigante en la historia de la humanidad, precisamente por las tareas de supervivencia que tenía encomendadas, además de amamantar al retoño. Porque en el cuidado de hijos e hijas, lo único que un marciano no puede hacer es amamantar, pero todo lo demás sí lo puede hacer. Ha sido la sociedad tradicional y patriarcal la que, imponiendo roles de género, le ha negado el cuidado de los hijos.

Y llego justamente a la equidad. Ésta no es únicamente para que las venusinas den rienda suelta, por fin, a sus siempre presentes inquietudes y ambiciones materiales, intelectuales, artísticas y espirituales, sino para que los marcianos recuperen también cosas que les fueron arrebatadas por su propia forma de ver la vida, como el cuidado de sus hijos, la capacidad de sentir y expresar ternura, de conectarse con sus emociones y todas esas cosas que dicen que solo las mujeres tienen. Qué alivio para muchos marcianos dejar atrás el rol impuesto socialmente de meros proveedores y de tener que hacer proezas sexuales en la cama, a la par que se aguantan las ganas de llorar y se ven obligados a ser los fuertes. El mérito es de las venusinas que lo empezaron a hacer visible, pero la equidad es para marcianos y venusinas por igual.

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