viernes, 5 de febrero de 2010

Sufrir de género. Noticias del Trópico 3

NOTICIAS DEL TROPICO
El newsletter de Lorenzia, año 2, núm. 3, noviembre 29, 2000.

SUFRIR DE GÉNERO

Hace unos días se publicó en el Siglo de Torreón el artículo de mi queridísima amiga Ceci Lavalle titulado "Murió de género". Me hizo pensar en todas las grandes y pequeñas circunstancias que cotidianamente revelan la situación de las mujeres en nuestro país, y en cómo las comprendemos y asumimos más a fondo cuando las vivimos en carne propia. El feminismo no es gratuito ni, se podría quizá pensar, un mero ejercicio teórico, una ideología o un punto de vista sobre la vida. Tiene raíces y causas bien concretas que se viven día a día y en todos los niveles personales y sociales.

Acabo de tomar un curso de tres días sobre la humanización o sensibilización en la notificación del virus VIH/Sida, y en la mañana del segundo día se unió al grupo una mujer joven que venía con su hijo de un año. El terapeuta que estaba dando el curso le dio la bienvenida muy cordialmente y en ningún momento de ese día ni del siguiente pareció molestarse o distraerse por la presencia de esa madre y su hijo. Al contrario, mantuvo una actitud abierta y empática (gran lección). El niño obviamente se quedaba callado y tranquilo por ratos, pero luego hacía ruidos, gritaba, reía, lloraba, tiraba sus juguetes al suelo, salía gateando y la mamá detrás de él, etc. etc. Yo y, según me dí cuenta después, la mayoría de quienes asistíamos al curso, empezamos a distraernos y a molestarnos por tanta interrupción porque en verdad por momentos no podíamos concentrarnos ni escuchar lo que el terapeuta decía. Yo pensaba "¿A qué hora le van a decir que por favor se salga? ¿Que no ve que está impidiéndonos atender al curso?" También me parecía una pérdida de tiempo para ella, porque tampoco podía concentrarse ni participar en las dinámicas ni tomar apuntes. Al tercer día, ya en la última parte del curso, cuando el niño empezó a llorar y a resistirse a quedarse quieto, la mamá se levantó, agarró sus cosas, cargó a su hijo y tratando de no hacer más ruido salió del salón. Ya no la ví más.

Si bien es cierto que un curso y un salón de clases no son ni el lugar ni la situación apropiadas para tener cautivo a un niño de un año durante varias horas seguidas, el problema rebasa esta consideración. Y a pesar de las distracciones e interrupciones, el sentimiento con el que me quedé fue de profundo desaliento. Me pareció muy triste e injusto que una mujer que es también madre - soltera o no – no tenga la posibilidad de asistir a un curso de capacitación porque no tiene dónde ni con quién dejar a su hijo pequeño. Su marido, si lo tiene, ni siquiera considera la opción de dejar de ir a trabajar para cuidar a ese niño ni tampoco la sociedad provee un lugar adecuado donde temporalmente se ocupen de él.

Recordé las veces que en la UQROO hablamos de crear una especie de guardería cooperativa, cercana a as instalaciones de la universidad y con un horario lo suficientemente flexible para que las maestras, trabajadoras y alumnas con hijos pudieran dejarlos durante unas cuantas horas al día. Posiblemente, si el rector fuera rectora, a su vez madre y ama de casa, este proyecto hubiera despegado o por lo menos contado con algo de apoyo institucional. La verdad es que creo recordar que tampoco fuimos lo suficientemente organizadas como para presentarlo formalmente a las autoridades universitarias. Se quedó en sueño, más que en proyecto.

Tembién recuerdo dos casos que tienen que ver con esto. En el primero, una mujer profesional, que llevaba varios años trabajando en una casa editorial de la ciudad de México, se dedicó a diseñar el nuevo edificio de la empresa y lo hizo tomando en cuenta toda su experiencia laboral pero también todas sus vivencias y necesidades de mujer. Diseñó los espacios de trabajo y los más pequeños detalles hasta de los baños para que las mujeres empleadas pudieran colgar su bolsa o para que no se les atoraran los tacones de los zapatos. Cuando la empresa se mudó a sus nuevas instalaciones, a esta mujer "la dejaron ir", como eufemísticamente llaman los gringos a que te corran de tu trabajo, y a pesar de la jugosa compensación que recibió, estuvo varios meses con una depresión que la llevó a buscar ayuda profesional.

El otro caso es similar y no. Cuando Eugenia Meyer dirigía el Instituto Mora, se notaba en todo no solamente su autoridad y disciplina, sino su amor por los espacios bellos y bien decorados y también su sentido pragmático en lo que atañía a las tareas contidianas de las amas de casa. Creó un servicio en el cual un empleado administativo del Instituto pasaba dos o tres veces por semana a cada cubículo y tomaba nota de todos los pagos de servicios, cobros de cheques, depósitos y correo de los investigadores (la mayoría de los cuales eran mujeres profesionales, mamás y amas de casa a la vez), y por la tarde o al día siguiente nos regresaba el dinero, el cambio y los recibos.

La verdad, era una gran ayuda y me pregunto en cuántos establecimientos, instituciones y oficinas se toman en cuenta las necesidades y problemáticas de vida de sus empleadas y se les proporciona algún apoyo que las aliviane. Y también ¿qué esperamos las mujeres para organizarnos nosotras mismas? Quizá también pudiéramos crear una especie de cooperativa por la cual una de nosotras se hiciera cargo cada semana de hacer los servicios bancarios y pagos de todas. Si somos varias nos tocaría una vez cada x meses. Sería algo así como el asunto, que ya muchas de ustedes hacen, de recoger y dejar niños propios y ajenos en la escuela y en sus casas semanalmente.

A nivel personal, amigas queridas, yo no sirvo para cuidar niños pero sí para recogerlos de la escuela y depositarlos en sus casas, y también para otras cuestiones prácticas como por ejemplo lijar, resanar, pintar, taladrar, clavar y colgar lo que haga falta en una casa. Y se me ocurre que puedo ofrecerles estos servicios de orden totalmente práctico y manual a ustedes, mis amigas profesionales, mamás y amas de casa que no lo sepan, quieran o puedan hacer por si mismas o que no tengan coche, tiempo o las herramientas necesarias. Griten "help" con toda confianza. Es en serio y de corazón.

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