viernes, 5 de febrero de 2010

Los 100 años de una mujer. Noticias del Trópico 11

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 5, núm. 11, 13 de mayo, 2003.

Los 100 años de una mujer

Hace 9 meses, Leni Riefenstahl cumplió 100 años y lo hizo, estoy segura, con toda la energía dinámica que la ha caracterizado a lo largo de su vida. Hace una década, a los 90, Leni era la buceadora activa más vieja del mundo. Empezó a bucear a los 70 y en ese entonces tuvo que mentir y decir que tenía 50 para poder hacer su primera prueba de inmersión.

Leni tendrá el privilegio de terminar su vida profesional filmando y fotografiando el silencio de las profundidades marinas y sus criaturas fantásticas y coloridas, tal y como empezó su vida profesional, filmando el silencio majestuoso de las montañas y de las alturas escarpadas, después de aprender alpinismo y hacer rapel descalza y sin cuerdas.

En 1923, a los 21 años, Leni era bailarina, de aquellas extraordinarias artistas al estilo de Isadora Duncan, expresándose en movimientos libres, improvisados y llenos de pasión. Tras de sufrir un problema en la rodilla, se encontraba esperando el metro para acudir al médico, cuando vio un cartel anunciando una película. Dejó la cita, se metió al cine y después de ver “Der Berg des Schicksals” (La Montaña del Destino) del director alemán Arnold Fanck, su vida cambió para siempre.

Dieciocho meses después, su propio destino la llevó a conocer personalmente a Fanck y a actuar en su siguiente realización, “Der Heilige Berg”, escrita especialmente para ella. No solo logró convertirse así, en la actriz principal de las posteriores películas de este director pionero, filmadas con todo realismo en los glaciares y picos nevados de Europa, sino que fue entonces cuando se descubrió fotógrafa, camarógrafa y directora de cine. Su ojo para la luz, el color y la forma, su sentido estético y sus dotes de observadora acuciosa marcarían desde entonces su existencia.
A Leni Riefenstahl se le acusa de fascista por haber realizado los grandes filmes del nazismo, aquellos de miles de esvásticas desfilando en grandiosas plazas y avenidas, retratando la mirada exaltada y el fogoso discurso del Führer. Ciertamente filmó y dirigió “El triunfo de la voluntad”, una película que pinta con los mejores colores al partido nazi en el poder y que tanto el festival de Venecia como los propios franceses premiaron con un galardón en 1937. A Leni Riefenstahl se debe el más sobresaliente registro de aquellas Olimpíadas de Berlín, filmación en la que el cuerpo humano es el protagonista principal, representado por docenas de atletas, corredores y clavadistas en movimiento y maravillosamente captados por el lente de su cámara para la posteridad.

A principios de los 40, de viaje en Nueva York, se vio confrontada no solamente por el boicot de la prensa y de los cineastas norteamericanos a su obra, sino por los informes de las atrocidades que los nazis estaban cometiendo en los campos de concentración, cosa que ella y muchos de sus compatriotas ignoraban. En ese momento, tal destrucción masiva le pareció imposible. Sin embargo conforme la guerra avanzaba, Leni observaba a Hitler, volviéndose cada vez más crítica de este líder que mentía, que jamás visitaba las ciudades bombardeadas, que mandaba a niños y adolescentes al frente.

Interrogada en Dachau y juzgada sumariamente tras el fin de la guerra, Leni fue exonerada del cargo de “simpatizante” del nazismo, no ameritando ningún castigo ni sentencia. No obstante, muchos nunca la perdonaron. Estuvo presa en varias ocasiones y hasta recluida en un manicomio francés. Ella misma vivió el resto de su vida con el horror de saberse partícipe de un sueño grandioso que fue en realidad la más horrenda de las pesadillas. Jamás perteneció al partido nazi ni tuvo actitudes antisemitas ni denunció a nadie. Sin embargo, pasó casi 20 años sin filmar una película, recluida con su madre en un ático de Munich.

A principios de los años 60, el destino tocó nuevamente a su puerta. Una noche, sin poder conciliar el sueño, decidió leer Las verdes colinas de África, de Ernest Hemingway, obra que le devolvió la energía creadora y la llenó de entusiasmo por conocer y filmar ese continente. Para ello, buscó el apoyo de la Sociedad contra la Esclavitud, proponiéndoles una película de denuncia sobre la trata de esclavos que aún se llevaba a cabo en esos años. Sin embargo, un casi fatal accidente automovilístico entre Nairobi y la frontera con Somalia destruyó sus planes.
Después de semanas de hospitalización, Leni se disponía a regresar a Alemania cuando se topó con una fotografía del inglés George Rodger, publicada en la revista Stern. Ésta mostraba a dos fornidos y sensuales luchadores de la tribu nuba del Sudán, uno encaramado en los hombros del otro. La belleza y la armonía de esos cuerpos la cautivaron, como la había cautivado previamente la obra de Hemingway. Sintiéndose nuevamente transformada, emprendió el camino en busca de los nuba.

Pasó con ellos varias temporadas entre 1962 y 1969, registrando la vida y costumbres de este singular grupo humano. A Leni Riefenstahl se deben horas de filmación y cientos de fotografías de danzas, de luchas rituales, de artísticas máscaras y pinturas corporales que son hoy en día invaluables documentos antropológicos, etnográficos y fílmicos. Las fotografías fueron publicadas en 1973, en el fascinante libro Los nuba: hombres como de otro mundo.

Leni sigue siendo una mujer y una cineasta controvertida. Su obra ha recibido los más altos honores y las críticas más severas. Su vida otro tanto. El documental de 1993, “La maravillosa horrible vida de Leni Riefenstahl”, filmado por Ray Müller, retrata a la perfección esta irónica paradoja que no pocas mujeres en la historia han tenido que vivir. Es, a la vez, un raro tributo desapasionado a esta sorprendente centenaria.

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