viernes, 5 de febrero de 2010

Rhincodon typus. Noticias del Trópico 39

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 11, núm. 39, 19 de julio, 2009.

Rhincodon typus

Su nombre oficial es Rhincodon typus. Ancestros suyos deambulaban por los océanos primigenios hace 60 millones de años y en la actualidad gusta de recorrer las aguas tropicales. Tiene un rango de vida de unos 70 años, puede medir hasta 12 metros de largo y llegar a pesar 14 toneladas. Y sin embargo, es inofensivo, tierno y vegetariano. O diríamos que vegan, pues no come más que plancton, el alimento básico de su hábitat.

Pero todo esto lo supe después. Antes de que yo le fuera presentada de manera formal – personalmente y en persona – sólo sabía que es el pez más grande del mundo. La primera vez que oí hablar de él fue leyendo el relato de Thor Heyerdhal acerca de la travesía del Kontiki de Perú a la Polinesia - libro que yo misma le regalé a mi mamá en Oslo, Noruega, tierra natal de Heyerdhal, cuando visitamos su museo en el verano de 1969. El encuentro del explorador con el enorme pez a la mitad del Pacífico quedó grabado hasta hoy en mi memoria. Sin embargo, nunca imaginé que pudiera llegar a nadar al lado de este plácido gigante de piel escamada, áspera, cortante y simétricamente moteada.

Salimos a las 7 de la mañana del muelle de Punta Sam con rumbo este-noreste, lo que nos hizo pasar a un costado de Playa Norte, Isla Mujeres. Éramos 10 en la lancha, todos vecinos míos, más dos capitanes y el guía. Pasamos a la vista de Contoy, hicimos un gran rodeo y tardamos unas 3 horas antes de divisar una cincuentena de aletas enormes que sobresalían del oleaje dibujando lentos círculos. Estábamos, por fin, frente al tiburón ballena.

Unas treinta lanchas delimitaban el radio de 500 metros en el que se movía el cardumen. Es decir, éramos unas 300 personas ansiosas por echarnos al mar con aletas y snorkel, aunque de cada lancha solamente se tiran dos personas a la vez, más el guía, para no asustarlos.

Los gigantes nos rodean, adultos enormes y bebés de 3 metros, pasando al lado y por debajo de la lancha en rítmico vaivén de la cola, acompañados de su séquito de peces piloto, la enorme boca abriéndose y cerrándose. Algunos se colocan verticalmente y abren las fauces tocando la superficie. A esos los llaman “botella”. No se si les somos indiferentes o nos toleran y hasta nos esperan para que nuestro rápido aleteo les logre dar alcance y podamos disfrutar de su compañía unos momentos más antes de regresar a la lancha.

Yo me lancé al mar tres veces y lo hubiera hecho varias más. Regresé a casa exhausta y feliz. Las siguientes fotos, tomadas por mi vecino Poncho, compañero de inmersión, dan cuenta de una experiencia que repetiría gustosa y que de plano recomiendo.

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