viernes, 5 de febrero de 2010

Siguiendo a mi bisabuela. Noticias del Trópico 9

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 4, núm. 9, 22 de septiembre, 2002.

Siguiendo a mi bisabuela

Johanna Hurtzig nació un 20 de diciembre de 1841 en el puerto de Carlota Amalia, capital de las tres Islas Vírgenes danesas. En esa época, St Thomas, la mayor y principal de ellas, era uno de los grandes enclaves comerciales y marítimos del Caribe, sede de la Compañía Danesa de las Indias Occidentales, y uno de los lugares más cosmopolitas del continente. Había toda clase de gente procedente de Europa, de Asia, de Sudamérica y, por supuesto, de las islas caribeñas, desde Cuba y Puerto Rico hasta Aruba y Curaçao. Asimismo, el tráfico comercial incluía barcos de todas las nacionalidades, procedentes de diversos puntos del globo. El periódico Sanct Thomae Tidende informaba regularmente, en danés e inglés (y con frecuencia en francés y español), del arribo o la partida continua de corbetas y bergantines a Nueva York, Maracaibo, Port-au-Prince, Kingston, Niza, Nueva Orleáns, Burdeos, Liverpool, Veracruz...

Johanna, al igual que sus hermanas y su hermano, fue bautizada en abril de 1843 en la catedral católica de San Pedro y San Pablo, ubicada en Norre Gade, en el centro de la ciudad. Hasta los nueve años, recorrió con su madre, Emma King, el puerto, el mercado público y las calles de Carlota Amalia. Quizá incluso conoció al famoso pintor Camile Pisarro, nacido también en St Thomas. No obstante, para 1851, su padre, el comerciante inglés Charles Hurtzig, ya se la había llevado a ella y a sus hermanos a Inglaterra, donde transcurrió el resto de su historia.

Ciento sesenta y un años después, su bisnieta - o sea, yo - recorre esas mismas estrechas y empinadas calles del centro, toma fotos de la susodicha iglesia, se adentra en lo que en aquel entonces eran los antiguos almacenes y depósitos de mercancías, mismos que se han convertido en lujosas tiendas de perfumes, joyas, telas, aparatos electrónicos, manteles y porcelanas, y que constituyen el núcleo del comercio y del turismo de este puerto libre, propiedad de los Estados Unidos desde 1917. ¿Qué me ha traído ahora hasta esta paradisíaca isla?, se preguntarán. Nada menos que un escocés alto, delgado y de ojos azules llamado John Dowds. O sea, el AMOR.

El viaje de ida (Cancún - Miami - San Juan - St Thomas) transcurrió sin incidentes, salvo en la aduana de Miami, donde el hombrecito de la migra dudo seriamente de mi integridad moral al ver en mi pasaporte mi fecha de nacimiento - 11 de septiembre de 1953 - así como la fecha de expedición de mi visa - 11 de septiembre de 1995 - y, no pudiendo más con la duda, se fue a conferenciar con otro colega acerca de la conveniencia de dejarme entrar en territorio gringo. Después de muchas preguntas y aclaraciones, me devolvió el pasaporte con una mirada que preferí no interpretar.

John me esperaba en el aeropuerto, y a partir de ese momento empezaron los 12 días más maravillosos de mi vida. Me trató como a una reina, y como tal me sentí. Y no solamente porque recorrimos de arriba a abajo esa montañosa isla en un Maserati convertible, gozando de los paisajes más bellos del mundo, de un clima y vegetación muy similares a los de Chetumal, de la vista de numerosas islas e islotes, St John tan cerca, St Croix más alejada, Tortola, Joost Van Dyke, Virgen Gorda y el resto de la Islas Vírgenes británicas...

Nos quedamos en un bello apartamento que nos prestaron unos amigos en Cowpet Bay, con un vista maravillosa de la pequeña bahía de ese nombre, en donde casi todos los días hice mi práctica de yoga y me bañé en el mar. Compramos un pequeño aparato de música para poder oir los CDs que John me grabó: blues, rock, Etta James, Pink Floyd, música celta, Loreena McKennitt, Duane Allman, The Hollies, Clannad (el grupo de donde salió Enya) y varios más. Vimos algunas películas en video, practicamos complicados pasos de baile, y aunque dejamos para la próxima vez una visita a las discos puertorriqueñas, ya somos unos buenazos bailando salsa.

A donde quiera que fuimos, sus amigos y amigas me conocían ya. Me sentí totalmente bienvenida y esperada. Cenamos varias veces en un bar muy agradable de Red Hook Bay, así como en una divertida cantina mexicana, en un restaurante francés y, el último día, en uno de manteles largos a donde fuimos echando tiros. Celebramos esa noche mi cumpleaños y ambos nos vestimos súper elegantes, John con el traje tradicional de gala escocés, kilt (falda) y todo! Ahora ya puedo contestar, gracias a observaciones directas y de primera mano, esa añeja pregunta que ha intrigado al género humano durante siglos: ¿qué usan los escoceses debajo de la falda? Sin embargo, la tradición dicta que guarde el secreto, así que solamente les diré que, en mi humilde opinión, la kilt escocesa es uno de los atuendos masculinos más sexys del mundo...

Siendo John marino, capitán de barco, experto mecánico de yates y buzo comercial, no podíamos no embarcarnos y cruzar a alguna de las islas cercanas. Nos fuimos un sábado en su whaler, que es una lanchita pequeña pero muy rápida con motor fuera de borda, a la isla de St John. Hicimos como una hora y en un momento dado, al cruzar la sonda de Pillsbury, estábamos exactamente entre dos mares abiertos, el Atlántico a un lado y el Caribe al otro. St John es más pequeña que St Thomas, pero igualmente montañosa. Es el lugar de residencia de muchos millonarios retirados y el puerto, las casas, las tiendas, todo recuerda las islas caribeñas, con su colorido, sus techos rojos de 4 aguas, las casitas de postigos verdes y azules... Ahí comimos en casa de otros amigos irlandeses de John. La pasamos muy bien.

Regresamos ya de noche, cosa que fue una experiencia totalmente nueva para mí, y además fascinante. Pocas cosas hay comparables con el silencio, la noche estrellada, el resplandor de la luna en el agua, la inmensidad del mar. Algo en mi alma ha sido tocado para siempre. John habla de comprarnos un yate pequeño en un par de años e irnos a viajar por el Caribe. Me dice que piense en este viaje a St Thomas como el primero de muchos. Creo, como él, que nuestra relación, iniciada vía internet tiene muchas cosas a favor, una de ellas el hecho de que cada quien tiene su vida organizada en un rincón de este hermoso trópico, cada quien con su casa, su trabajo, sus amistades, y con todas las posibilidades de vernos y compartir nuestros respectivos mundos un par de semanas cada dos meses. Es el arreglo ideal, al menos para mi, al menos por el momento. Y como me dijo una queridísima amiga, ¡qué cosas tiene la vida, después de recorrer tantos caminos por tantos lugares del mundo, ahora resulta que encontraste la felicidad siguiendo los pasos de tu bisabuela!

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