viernes, 5 de febrero de 2010

¿A qué hora se acaba este año? Noticias del Trópico 4

NOTICIAS DEL TROPICO
El newsletter de Lorenzia, año 2, núm. 4, diciembre 14, 2000.

¿A QUÉ HORA SE ACABA ESTE AÑO?

Me pregunto yo.
Porque, la verdad, el DJ que pone los CD's allá arriba debe estar tan aburrido que ya no sabe qué inventar...
No obstante, el coctel de cosas que han estado pasando deja como siempre, y cada vez lo veo con más claridad, una estela de regalos, bendiciones y oportunidades. De hecho, en esas jugarretas en las que se entretiene el DJ – coincidencias o casualidades, dirían algunos – el primer artículo que escribí para el suplemento quincenal de El Siglo de Torreón (y que les anexo) se trata precisamente de aceptar con agradecimiento lo que nos ocurre y encontrar su potencial oculto. Y chistosamente, al mismo tiempo que yo estoy escribiendo dicho artículo, mi hermano me manda esta reflexión:

Leí recientemente que para el Universo la dicotomía de bien/mal no tiene sentido. La que si cuenta es la de límite/posibilidad. También que la aparición de un límite siempre se va acompañada con la aparición de una posibilidad. Es una ley parecida a la de la conservación de la energía. Un incremento en las limitaciones siempre va acompañado con un incremento idéntico en las posibilidades para que la ecuación siempre esté balanceada. Por ejemplo, si te mandan a la carcel te limitan la libertad, pero a cambio te dan grandes posibilidades para leer, meditar , o hacer Yoga. Te has puesto a pensar ¿cuales son las posibilidades que han aparecido para ti como consecuencia de cada límite?

Claro que me he puesto a pensar y he aquí mis conclusiones:

La primera es que el querido Zarco debe estar a punto de regresar – felizmente, espero - al seno de su familia, después de tremenda intervención quirúrgica y de un proceso de recuperación que le está llevando ya casi tres semanas. Y si bien es una lata y un gasto para el cual no estaba preparada, tiene sus ventajas el ir caminando a los sitios, pues he descubierto tiendas, esquinas, jardines, paisajes urbanos, etc. que en mi vida había visto por ir a más de 20 km. por hora y trepada en un coche.

Asimismo, el drama del Zarco dejó de ser tal, gracias a varios de esos ángeles de la guarda que pululan por ahí. Uno de ellos, llamado Manuel Aguilar, rescató a mi jeepcito de los infiernos de la Chrysler con impresionante sabiduría médica e ingenieril - combinación maravillosa, mientras que otro Juan Angel – nombre muy apropiado – peregrinó conmigo y con el Zarco, a vuelta de rueda, hasta los susodichos infiernos y me prestó su hombro para que yo llorara lo que creí sería una pérdida irreparable. Y mientras el Zarco se debatía entre la vida y la muerte, un tercer ángel – ángela, en este caso – me prestó a su poderoso Tsuru para aliviar mis penas y no andar en patín del diablo por las calles de Chetumal. Esta es, pues, una excelente oportunidad para darle gracias mil a estos tres ángeles de la guarda! y a otras y otros que están pendientes, batiendo sus alitas, llamando por teléfono y mandando humorísticos emails para levantar los ánimos.

Y por si fuera poco, gracias a las porras que la Lavalle me echó con su jefa y a la columna "Ambarluna" que Regina me publicó durante varias semanas de 1998 en el Dario de QR, la encargada del suplemento "Siglo Nuevo" del Siglo de Torreón me pidió que escriba dos artículos, mismos que aparecerán en dicho suplemento el 23 de diciembre y el 6 de enero del 2001, con chance, además, de colaborar permanentemente más adelante. Genial manera de terminar y de empezar éste intensísimo año, no creen?

Claro que el DJ todavía no se había acabado de divertir, y ayer, en el poderoso Tsuru de Ceci, el cual, dicho sea de paso, es el carro más noble, paciente y sufrido que he conocido en mi vida, me fui a hacer una bola de cosas de tipo administrativo, que en otro momento de mi vida me hubieran parecido mortales de aburridas, pero que ya aprendí a no descartar tan tajantemente y a encontrarle los placeres escondidos al sistema de pago electrónico que se le ha ocurrido instaurar al Seguro Social, o bien a la eficiencia con la que Hacienda nos está capturando lenta pero inexorablemente con el famoso CURP.

Y yendo tranquilamente por la Hidalgo, me estampé y estampé el admirado carrito de mi querida amiga contra un volkswagen manejado por una distraída e imprudente señora, que en el cruce de la Plutarco, se olvidó de hacer el alto de rigor. Yo no ví nada más que al VW cuando ya lo tenía encima y luego el golpe y, mucho peor, el ruido del golpe. Más tarde me dió risa mi reacción de ese momento, porque de entrada fue de indignación y me bajé a regañar a la susodicha, que iba con otro señor y que estaba lívida. Luego volteé a ver el Tsuru y ¡horror! estaba hecho auténtica pomada, la defensa hecha pedazos, el cofre como acordeón, todo descuadrado. No podía creer lo que veían mis ojos. Y no le menté la madre al DJ porque la culpa había sido de la señora y porque, con todo y el susto, conté mis bendiciones y agradecí el que hubiera sido un VW y no un camión, además de que no nos pasó nada a nadie y que la chava estaba asegurada.

También fue increíble ver la reacción de la gente, que enseguida salió de cuanta casa había alrededor a ver qué había pasado. Entre esos y esas estaba Angélica, la veterinaria que ve a Loki, y enseguida se ofreció para hablarle - ¿a quién más sino a mi paño de lágrimas? – o sea, a Juan (que ya andaba siesteando cerca de Nueva Zelandia) y a los de tránsito. Muchos coches de desconocidos se pararon a preguntar que si estaba bien, que qué necesitaba, que si llamaban a tránsito, etc. La verdad, fue padre ver la solidaridad de la gente. Llegó Juan y lo que sí le pedí es que él le diera la noticia a Ceci porque yo me sentía incapaz. Gracias, Ceci, por tu cariño y apoyo, porque te dejé sin coche una semana aunque no haya sido mi culpa.

En fin, lo demás fue el consabido viaje a tránsito (durante el cual Juan, desde su coche, me gritó que era yo una chocante), el acta de los peritos, las fotos y explicaciones del ajustador y la llevada del carrito al mecánico. Quiero que sepan que esto ya estaba requetedicho en mi retorno solar y en mis tránsitos, y que con las energías de Saturno cuadrando a Marte no se juega, sino que hay que estar alertas y conscientes. Yo debería de saberlo porque, de hecho, es el mismo tránsito – ahora repetido - de cuando me caí por las escaleras y me rompí el brazo. ¿Se divierte el DJ? Espero que sí. Yo, por lo pronto, estoy feliz y agradecidísima de no haberme roto ningún otro hueso.

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