viernes, 5 de febrero de 2010

Revelaciones de un viernes santo. Noticias del Trópico 10

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 5, núm. 10, 18 de abril, 2003.

Revelaciones de viernes santo

Estoy furiosa. Estoy siendo testigo de un acto insólito frente a mi casa. En mi calle. Algo que nunca antes había yo visto en Chetumal y que simboliza uno de esos momentos, chiquito tal vez, pero no menos importante por ello, en el que la humanidad da un paso – o muchos - hacía atrás y retrocede en su avance.

Me empecé a poner furiosa por estar siendo obligada por la fuerza y contra todos mis principios y convicciones, a escuchar los cánticos a todo volumen de una procesión de viernes santo. El colmo del holliwoodismo católico estalló con los grandiosos acordes musicales que a través de una bocina ambulante sirvieron de acompañamiento de fondo a las palabras de un tipo, supongo sería el cura, hablando de los últimos momentos de Jesús en la cruz. Empecé a fantasear incoherencias, tales como cortarles la energía eléctrica a machetazos (en ese momento todavía pensé que estaban usando un micrófono y un tocadiscos) o dispararles con un rifle de diábolos que ni siquiera tengo.

Incapaz de concentrarme en mi trabajo, no solo por el ruido infernal sino por mi montante cólera, salí a la calle a ver por dónde venía la procesión y por poco me doy de bruces con ella. Estaba casi enfrente de mi casa, y lo que vi me impactó. Incluso Loki y hasta Motita, usualmente tan bullanguera, se quedaron sin poder articular ladrido alguno. Al frente de la procesión, un hombre venía cargando una cruz tamaño natural, aunque no creo que tan pesada como la que se dice tuvo que cargar Cristo. Tampoco se le veía tan madreado, pero si algo azotado y desde luego sudoroso. A su alrededor, algunos niños. Atrás, el vehículo del sonido con la cantante y el predicador adentro y luego un montón de gente a paso lento y con sombrillas de colores para protegerse del sol, otra cosa que dudo existiera en aquellos tiempos bíblicos que ahora la iglesia se empeña en recrear.

Y ya más calmada tras de escribir todo esto, oyendo el eco lejano de la procesión, no puedo menos que pensar en algo que leí hoy en la mañana y que me iluminó el cerebro porque reveló mi sentimiento más profundo acerca de lo que para mi es la verdadera espiritualidad: que cualquier precepto que se diga religioso debe, antes que nada, ayudarnos a convertirnos en seres más felices, más plenos, más integrados con nuestro propio ser interno, más solidarios y mas armónicos con el mundo y la vida que nos rodea. La religiosidad y la espiritualidad jamás podrán estar basadas en el miedo y la culpa, en el sufrimiento y la crueldad, en la manipulación, la imposición y la opresión. Y cito algo de lo que hoy leí: "rezar no borra los errores, el verdadero pecado, al menos eso creo, es no detenerse a pensar en el otro antes de hacer daño". ¡Qué curioso! Por obra de la palabra, de la mente enfocada, de la catarsis, la furia se ha esfumado y solo me queda el deseo de compartir con ustedes esta revelación.

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