viernes, 5 de febrero de 2010

Vetar es prohibir. Noticias del Trópico 19

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 7, núm. 19, 12 de enero, 2005.

Vetar es prohibir

Y nunca nada bueno ha surgido de las prohibiciones. Nada bueno puede salir de reprimir, vetar, prohibir.

Cuando mis amigas feministas dicen que el último libro de Gabriel García Márquez, Memorias de mis putas tristes, debe ser vetado y nos invitan a ello, no puedo menos que asustarme.

No he olvidado que hace meses, nos escandalizamos porque Fox y sus secuaces intentaron presentarnos con una lista de libros que no se debían dar a leer en las secundarias. Si no mal recuerdo, todo mundo criticó que obras literarias como Aura de Carlos Fuentes, entre otras, figuraran en esa lista. Y hubo quien recordó la quema de libros prohibidos en los autos de fe de la Santa Inquisición, en la Alemania nazi, en la China de la revolución cultural y en tantos otros tiempos y lugares donde la intolerancia, el fanatismo y la represión han dominado.

Con todo respeto para mis amigas feministas que repudian ahora a García Márquez (cuando quizá antes alabaron su forma de escribir y de describir las mismas cosas en Cien años de soledad), el vetar un libro me parece un asalto a la libertad. Un escritor o escritora tiene todo el derecho de escribir acerca del tema que quiera, que en este caso es, además, ficción, y no creo que con ello el autor en cuestión se desdiga de su postura política ni de sus convicciones. Por otra parte, ¿qué clase de opinión puede alguien tener de un libro si no lo ha leído? Hemos criticado hasta el cansancio que se emitan opiniones sin fundamento, que se citen párrafos e ideas fuera de contexto. Y sobre todo, ¿cómo queremos que la gente amplíe sus criterios, se informe y tenga opiniones propias si le prohibimos leer algo, si le sugerimos que no lo abra?

El problema de la prostitución infantil y de la violencia que conlleva, no se va a arreglar prohibiendo un libro. No se arregla con prohibiciones, sino creando conciencia. ¿Por qué no vetaron hace años otra obra de García Márquez sobre el mismo tema, aquella de la triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada? Eréndira era una niña y la que la explotaba sexualmente, la padroteaba, era su propia abuela. Y ya puestas a vetar, podrían hacer una lista interminable de libros nefastos (según estos criterios), empezando por la “Lolita” de Nabokov. ¿Por qué de una vez no borran de un plumazo la poesía erótica, la escultura o el arte pictórico que muestra a incontables mujeres púberes desnudas, desde los frisos griegos y los mosaicos romanos, hasta los cuadros de los impresionistas?

Dirán que exagero, pero todo está en empezar a vetar un solo libro para que las prohibiciones crezcan como una bola de nieve. ¿Se imaginan que alguien quisiera vetar los artículos de mis amigas periodistas y me pidiera que no los leyera, no fuera a ser que me influenciaran o empezara yo a pensar como ellas?

No, definitivamente la respuesta no está en la prohibición, porque la libertad es lo más importante que tenemos o que deberíamos tener. Y OJO, yo no estoy defendiendo a los hombres y a las mujeres pederastas (que también las hay). Para nada. Rechazo todo lo que implique abuso contra quien sea, en especial contra quienes no se pueden defender. Pero en lugar de vetar un libro como el de García Márquez, yo le aconsejaría a la gente que lo leyera y formara así su propia opinión, porque solamente con personas – hombres y mujeres – informados y capaces de pensar por sí mismos es que podremos combatir el abuso y otras lacras similares, y crear el clima de libertad, tolerancia y respeto que anhelamos.

Hablando de esto con un querido y sabio amigo, me recordó que hay, en el mismo lugar donde los nazis quemaron miles de libros frente a la Universidad Alexander von Humboldt, una placa que dice: “Quienes empiezan quemando libros terminan quemando hombres”.

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