viernes, 5 de febrero de 2010

Tres regalos. Noticias del Trópico 16

NOTICIAS DEL TRÓPICO
El newsletter de Lorenzia, año 6, núm. 16, 22 de septiembre, 2004.

Tres regalos

Si Queenie (o sea, mi mamá) viviera, habría cumplido el pasado 26 de agosto 93 años. En su honor les mando tres artículos que escribí hace poco.

El primero se lo dedico con gran agradecimiento, porque ella y mi papá se encargaron de proveerme de libros desde que nací, y porque fueron conformando para mi una biblioteca infantil poco común, con libros traídos de todos y cada uno de los países que visitaron en su vida, que fueron muchos, en el lenguaje original de ese país. Hay varios que, por supuesto, no los puedo leer, pues están en japonés, ruso, húngaro, griego, árabe, etc. pero no dejan de tener la magia especial que posee todo cuento infantil.

El segundo artículo trata sobre algo que a todas y todos los Virgos nos es importante.

Y el tercero no requiere explicación.


Los usos de la magia

Sí, éste es uno más de los miles - no, millones - de artículos que se han escrito en el mundo sobre Harry Potter desde que salió a la luz, en 1997, la primera novela de la afamada serie, producto de la imaginación de J.K. Rowlings. Tras una rápida búsqueda cibernética, la red arrojó 6,200,000 resultados ante las palabras mágicas en las que se ha convertido el nombre de este personaje.

La magia no está en las ventas extraordinarias que han tenido las novelas (200 millones en todo el mundo) y que han hecho de la autora la mujer más rica de Inglaterra después de la reina. Mucho menos en los ingresos también multimillonarios de las películas y demás productos publicitarios. La magia consiste en haber despertado en niños, jóvenes y adultos por igual el interés en leer más de 800 páginas sin imágenes o ilustraciones. Harry Potter ha hecho más por la lectura en el mundo que años de educación escolarizada, programas y sistemas educativos. Nos tiene esperando ansiosamente el próximo y penúltimo capítulo de tan maravillosa historia.

Es de admirarse el uso que Rowlings hace de las lenguas europeas - latín, francés, español, alemán - para inventar los nombres de personajes, lugares, objetos y criaturas fantásticas; o bien, el que su experiencia práctica (después de todo, es mamá) combinada con su imaginación, nos permitan ver a un Harry que crece y se desarrolla en el tiempo, que va dejando de ser un niño de 11 años para convertirse en un adolescente de 15.

Pero quizá el mayor de sus aportes sea el haber rescatado el cuento de hadas y haberlo lanzado nuevamente a la palestra y a la fama internacional. No es ya el tradicional cuento de hadas tipo Caperucita Roja o la Cenicienta, aunque los elementos claves siguen allí. Es un regreso a la fantasía y a la aventura ligadas a la vida cotidiana. Los protagonistas son niños, niñas y adolescentes en la escuela, en familia y frente al mundo, comportándose como tales y resolviendo los dilemas y desafíos, tan antiguos como la humanidad misma, a los que se enfrenta todo héroe o heroína en su camino, que resulta ser el de su propio desarrollo personal.

Como los cuentos de hadas, las novelas de Harry Potter terminan siempre con una moraleja que les da sentido y significado: “El haber sido amados tan profundamente, aunque la persona que nos haya amado se haya ido, nos protegerá siempre”, nos dice Dumbledore en La Piedra Filosofal. “Son nuestras decisiones, mucho más que nuestras habilidades, las que muestran quiénes somos en realidad”, revela en La Cámara de los Secretos. En El Prisionero de Azkaban nos recuerda que la nobleza y la compasión pueden parecer errores, pero tienen recompensas inesperadas. Me encanta la moraleja de El Cáliz de Fuego: apertura, tolerancia, respeto, unión en la diversidad y, sobre todo, saber escoger acertadamente entre lo correcto y lo fácil. La enseñanza que encierra La Orden del Fénix, preludio de complejidades aún por venir, es más sutil y quizá esté cifrada en la confesión de un anciano sabio y poderoso que acepta ante su alumno que cometió un error, el error de haberlo sobreprotegido.

Todo cuento de hadas nos permite ver, a través de su simbolismo, la vida en sus múltiples dimensiones, aprender a resolver sus retos utilizando las mejores herramientas y entender su significado. Quién mejor que Harry Potter para ilustrar la vida tal y como es, las grandezas y mezquindades de la naturaleza humana, la realidad de la muerte y la riqueza del amor.


Puntualmente

Cuando yo iba a la primaria, hace ya muchos años, existía una clase llamada Civismo. En ella nos enseñaban la historia del himno y de la bandera nacional, así como algunos artículos de la Constitución que el maestro consideraba como los más importantes. Hoy en día, algunas escuelas imparten una materia llamada Valores, que quizá se acerque más a mi idea de lo que es el civismo, es decir, el arte de conducirnos de la mejor manera posible en nuestra interacción con otras y otros ciudadanos. Y uno de los valores que me parecen más importantes de enseñar, aprender e integrar a nuestra vida cotidiana desde la infancia es la puntualidad.

Las y los mexicanos tenemos fama de impuntuales. No me referiré aquí a las pérdidas de esfuerzos y de dineros que nos cuesta la impuntualidad como país, sino a la puntualidad que tiene que ver con el tiempo de las personas, de todas y todos aquellos con quienes nos relacionamos, la puntualidad con la que conducimos nuestros asuntos como individuos, especialmente en nuestra relación cotidiana con los demás.

¿Cuál es el valor del tiempo? Ya sabemos que en los países anglosajones el tiempo es dinero y así lo enfatiza un dicho popular. Esto es muy entendible, pues al perder el tiempo nos estamos privando de realizar actividades productivas. Si un cliente me pide una cita y llega irremediablemente tarde o no acude a ella, me priva de dedicarle ese tiempo a otra persona y ciertamente significa tanto una pérdida monetaria como una pérdida real de tiempo. O bien un profesional me da una cita, pero también citó a otros clientes a la misma hora y hace malabarismos imposibles pretendiendo atendernos a todos con el único objeto de sacarle más jugo al tiempo. El dinero ciertamente no lo es todo, pero el tiempo siempre será necesario para, además de producir, descansar, divertirnos, convivir, amar, dormir, comer, hacer ejercicio, rezar, meditar, estudiar, leer y mil cosas más.

Mi tiempo es mío, yo lo distribuyo y lo utilizo de la manera que considero más eficiente para lograr las cosas que me propongo hacer. El problema está cuando mi tiempo interactúa con el tiempo de mis congéneres, y aquí es donde podemos y debemos hablar de puntualidad. Porque ¿quién soy yo para hacerle perder su tiempo a otra persona? ¿Con qué derecho dejo a alguien esperando o plantado sin mayores explicaciones más que un tardío “no pude llegar el otro día” o un muy poco convincente “ perdón, se me hizo tarde”?

Sabemos que a veces se presentan emergencias e imprevistos, y sobre esos nadie tenemos control. Pero cuando está en nuestras manos ejercer la puntualidad, no hay pretextos. El tiempo es un bien precioso y la impuntualidad la forma más clara de decirle a los demás que ese valioso recurso suyo nos importa muy poco. El mensaje que enviamos siendo impuntuales es de desprecio, indiferencia y arrogancia.

Y aquí llego a lo que quería llegar, a la puntualidad como respeto y responsabilidad hacia nosotros y hacia los demás, como una forma y un lazo de convivencia pacífica que idealmente deberíamos de poder aprender en el hogar y en la escuela con el ejemplo. Afortunadamente cada día se nos ofrecen docenas de oportunidades para integrar la puntualidad a nuestra vida. Para la puntualidad, como para el respeto y la responsabilidad, siempre hay tiempo.


El cumpleaños

La mamá de una amiga norteamericana se encuentra en el hospital. Es una paciente terminal de cáncer y pronto será su cumpleaños, quizá el último. Mi amiga, deseosa de celebrárselo de la mejor manera posible, dadas las circunstancias, lanzó un SOS a través de Internet y le llegaron cientos de sugerencias de personas con cáncer o con familiares que padecen esta enfermedad. “Mira qué interesante - me dijo mi amiga - prácticamente todas las respuestas coinciden en que no son los regalos, ni las flores, ni las tarjetas lo que podría hacer feliz a mi mamá en su cumpleaños, sino el simple hecho de reunirse ese día con su familia, con sus seres más queridos”.

Para alguien que ha nacido y vivido en la cultura estadounidense, la compañía, la cercanía, la lealtad, el apoyo y el cariño de una familia le parecen una revelación inusitada. Allí donde la gente no se toca, mucho menos se abraza y se besa, las relaciones familiares y de amistad profunda al estilo latino resultan sorprendentes, incluso incomprensibles. Cualquier mexicana o mexicano podría haberle dicho a mi amiga que no hay como el apapacho de los hijos y de los nietos, de los padres y de los abuelos, de aquellos amigos tan íntimos que son como de la familia, para sanar nuestra alma de inquietudes, inseguridades y sufrimientos. Ancestralmente sabemos el valor de la familia y la honramos en esa medida.

No obstante, le pedí que me enviara algunas de las sugerencias que le hicieron y resultó ser una lista interesante y por demás útil para quienes se encuentren en la situación dolorosa de tener a un ser querido hospitalizado por una enfermedad incurable en fase terminal. Reproduzco a continuación dicha lista:

- Cuando alguien está cercano a la muerte, la celebración de un cumpleaños parece acentuar ese fin próximo. Es preferible poner énfasis en pasar un momento agradable, en buena compañía, con buena comida, conversando placenteramente y escuchando música.

- Reunir a la familia y amistades, y obsequiarle un “libro” o álbum hecho por todos con acontecimientos, modas, imágenes, descripciones, recortes, etc. del año en que la persona enferma nació, como una especie de “cápsula del tiempo”.

- Invitar a tantos miembros de la familia como se pueda y que cada quien traiga sus álbumes de fotos y recuerdos.

- Reunir a la familia, llevarle su comida favorita, tocar la música que le gusta y sobre todo, no actuar como si ese fuera su último cumpleaños.

- Ayudarla a que se arregle y se ponga guapa para la visita de sus familiares y amigos, leerle sus lecturas favoritas, traerle los videos y DVDs que le gusten, y escribirle entre todos una gran tarjeta de cumpleaños para colgar en la pared.

- Congregar a la familia y amistades, que cada quien escriba en un papel un recuerdo hermoso o divertido, o algún mensaje, poner los papeles en una caja o envase bonito y decirle a la enferma que cada vez que se sienta triste, puede sacar un papel y leerlo.
- Y la sugerencia más importante y sabia de todas: No esperes hasta que sea demasiado tarde para pasar tiempo, acompañar y decirle a esa persona lo mucho que la quieres.

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