domingo, 20 de noviembre de 2011

Loki (1998-2011). Noticias del Trópico N° 52

El newsletter de Lorenzia, año 13, núm. 52, 24 de septiembre, 2011.
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Loki (1998-2011)

"El astuto", "El transformista", "Viajero del cielo" y "Mago de las mentiras" son algunos de los nombres con los que se conocía a este dios escandinavo tramposo, burlón y embustero, que hacía diabluras entre deidades y seres humanos por igual. Dice la Wikipedia que “el personaje del timador es de naturaleza compleja, es un maestro del engaño. Loki fue una figura de atenuada maldad, una suerte de estafador entre los dioses. En algunas oportunidades con sus trampas, engaños o bromas molestaba o ponía en apuros a los dioses y luego los ayudaba”.

Y es que Loki, si bien constituía un problema y una fuente de preocupaciones y disgustos para los habitantes del Olimpo nórdico (entre otras cosas, engendró a la serpiente de Midgard y a Fenrir, el lobo gigante destinado a engullir a Odín en el Ragnarök, la batalla del apocalipsis), también los proveía de objetos mágicos y herramientas poderosas para hacer el bien, como aquel martillo famoso de Thor. Loki, con todo y que desencadenaría el wagneriano ocaso de los dioses y del universo, también proveería de estrategias para superarlo.

A diferencia de su homónimo, Loki Careaga fue en vida amistoso, fiel, inocente, leal, alegre, tierno y esencialmente bueno. Era en extremo sociable, tanto con la especie canis, como con la homo sapiens, aun cuando le mordiera la mano a un tipo que se pasó de la raya. Y bien hecho, por cierto, pues no hizo más que cumplir con sus responsabilidades de protector y guardián. Cuando vivíamos en Chetumal, era bien conocido de todos los niños y niñas de la cuadra, quienes a su paso al kínder que estaba a la vuelta, siempre se paraban a saludarlo y acariciarle la cabeza. De hecho, yo era “la señora que vive en la casa de Loki”. Recién mudados a Cancún, ante su tristeza y nostalgia, lo llevé a Chetumal un fin de semana para que se despidiera de su jardín y entendiera que ya no regresaríamos. Eso y las fiestas que le hizo Motita cuando retornamos a Cancún, lo reanimaron.

Que era travieso, no cabe duda. Mordía las plantas y se comía las flores. Siempre atento a la menor oportunidad, si lograba traspasar la reja, salía disparado y había que correr tras él. Loki no entendía nada de obediencia, nunca logré que me hiciera el menor caso cuando se le metía una idea en la cabeza. Pero ¡ah, cómo disfrutaba salir a pasear y asomarse por la ventanilla del coche! Nada más me veía agarrar la correa, se precipitaba a la puerta emocionado y lleno de energía. Aunque era bastante silencioso y casi no ladraba, últimamente le había dado por aullarle a algo indefinido en el cielo, quizá a Loki, el volcán más poderoso del sistema solar, en la de por sí volcánica Ío. Quizá se estaba despidiendo.

Anubis, Cerbero, Xólotl, Garm… No hay mitología que no haya asociado a los canes con tres cosas: la muerte, el inframundo y la función de guía/acompañante de los seres humanos en su tránsito por la noche del alma. Loki sabe ahora todo acerca de la muerte, y si existe un paraíso perruno, estoy segura de que ya retoza en él. Nunca sería amenazador como guardián de las puertas del Averno, pues su nobleza trascendería hasta esa condición. Y no puedo pensar en alguien mejor que Loki para acompañarme y guiarme cuando me toque emprender el camino por el que él ya se adelantó.

Gracias, mi Loki, por tu compañía, tu amor y la alegría con la que llenaste mi vida durante poco más de trece años.

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