miércoles, 13 de abril de 2011

La víspera. NOTICIAS DEL TRÓPICO 47

La víspera: Caminante, no hay camino...


Se me ha quitado el miedo. Y con el miedo se han ido los dolores de espalda, la molestia en la rodilla, la preocupación por el aguante, las dudas sobre mi condición física. Estoy lista para emprender, en poco más de 48 horas, el viaje que me llevará a la tierra de mis ancestros y al inicio leonés del Camino de Santiago.


He tenido mucha suerte en estos tres meses de entrenamiento. Gracias a Nacho Fuentes, a su sabia guía y experiencia, hoy me encuentro alerta y preparada. Mi prueba de fuego fue la caminata de 15 kilómetros que hicimos el sábado pasado alrededor de Isla Mujeres. Nacho no es uno de esos entrenadores de pesadilla; en ningún momento me sentí presionada ni agotada. Mis avances se han venido dando paulatinamente y, casi sin sentirlo, hoy tengo una condición física que hace muchos años no tenía. Creo que desde aquella etapa frenética de mis 33 años, en la que motivada por las razones equivocadas diario bailaba flamenco, hacía dos horas de aeróbics y acudía a clase de jazz, no había sentido a mi cuerpo tan capaz.


Desde entonces he aprendido mucho acerca de mi misma, de mi cuerpo y su rendimiento. Ahora sé que está en mí tener enfoque y disciplina; el suficiente enfoque y la suficiente disciplina como para levantarme cotidianamente a las 4 de la mañana y lanzarme manejando durante media hora hasta el Mirador, en la Zona Hotelera, donde hay dunas de arena, subidas, bajadas y escaleras, los ingredientes principales para fortalecer el corazón. Caminatas de casi dos horas, sesiones en la elíptica, pesas, sentadillas y abdominales, todo ello en su justa combinación de repeticiones y tiempos, gracias a las rutinas sugeridas por Nacho. Me consta que “sólo por hoy” es la fórmula mágica del esfuerzo sostenido. Eso, y los evidentes resultados.


No cabe duda que la Jornada Jacobea de 310 kilómetros es – será - el mayor reto físico al que me he enfrentado en la vida. Y no dudo que acabará siendo también uno de esos parteaguas vitales, un turning point sin retorno, una cita irresistible e irremediable con el destino, como en su momento lo fue mi estancia de seis meses en la India, bajo la mirada de águila de Osho. Estoy emocionada.

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