sábado, 31 de diciembre de 2011

Moushka (1990-2011) Noticias del Trópico N° 55

El newsletter de Lorenzia, año 13, núm. 55, 31 de diciembre, 2011.
http://noticiasdeltropico-lorenzia3.blogspot.com/

Moushka (1990-2011)

No son mías todas estas palabras, pero valen igual frente a la soledad y la nostalgia. Ni siquiera pude en su momento recurrir a los resquicios de escribir, siempre refugio y escape, siempre catarsis, asimilación y proceso. Sólo agradezco a la Diosa tantos mundos, tanto espacio y coincidir. Tú y yo coincidimos y durante 21 años fuimos amigas con A de Amor incondicional. El duelo es por mí misma, por esa parte tan pura, ilimitada y total que se murió también. Por el vacío. Me duele la vida, mi Negrita querida, lo que fue y no será jamás. Me duele tu ausencia y mi ausencia. Al mismo tiempo estás en todo y en mí, y ahora, casi tres meses después, puedo sonreír pensando en ti. Soy feliz, soy una mujer feliz, y quiero que me perdonen, por este día, los muertos, de mi felicidad.

No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remota que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres la dueña
de un ámbito cerrado como un sueño.

Jorge Luis Borges
A un gato

miércoles, 21 de diciembre de 2011

2012 y la esperanza. Noticias del Trópico N° 54

El newsletter de Lorenzia, año 13, núm. 54, 21 de diciembre, 2011.
http://noticiasdeltropico-lorenzia3.blogspot.com/

2012 y la esperanza

Que el mundo no se va a acabar exactamente dentro de un año, es un hecho. Y que los mayas nunca lo han revelado así, también. Eso solamente lo pregonan Hollywood, algunos autores de novelas sensacionalistas y uno que otro despistado. Si contáramos las veces que la humanidad ha creído que llegaba a su fin, necesitaríamos mucho espacio, tinta y paciencia.

Los mayas más que nadie deben estarse pitorreando de tales nociones. Ellos sí que vivieron colapsos, pero no desaparecieron y menos misteriosamente. El “colapso” del Clásico, pese a que la palabra suena a algo ocurrido repentinamente, tardó unos 150 años en desenvolverse. Entre sus causas se teoriza acerca de guerras intestinas y dinastías masacradas, pero también azotes de la naturaleza en la forma de sequías, e incluso un desastre ecológico provocado por los propios mayas al acabar con las selvas en aras de la construcción y decoración de sus palacios y templos. Sin embargo sobrevivieron para fundar algunos de los sitios más emblemáticos de la costa quintanarroense y beliceña. Tan sobrevivieron que brincaron otro colapso aún mayor: el de su cultura en aras de la europea. Con todo, siguen aquí y siguen siendo mayas.

Ahora bien, que en los tiempos que corren una era esté terminando y otra ya esté comenzando, de eso no me cabe la menor duda. Que estamos viviendo una debacle es algo que leemos cotidianamente en los periódicos, vemos en los noticieros, nos llega vía redes sociales y atestiguamos a la vuelta de la esquina. Pero el colapso o cierre de esta era ya empezó hace mucho (¿se acuerdan de los hippies de los sesentas y la era de Acuario?) y ahora estamos en plena turbulencia. ¿Cuándo antes habría manifestaciones de inconformidad en Wall Street, cuándo caerían gobiernos por efectos de algo tan aparentemente inconsecuente como Facebook y Twiter, cuándo se había visto que estudiantes de Harvard protestaran porque no se les enseña más que las bondades de un sistema capitalista que, dicho sea de paso, también se tambalea? ¿Cuándo habíamos vivido en México este estado de sitio no ya colombianizado sino africanizado, donde unas tribus se comen a otras y entre todas devoran al país? La catástrofe ecológica ya está en puertas y, como diría Joaquín Sabina, los fabricantes de estampitas hacen su agosto en el supermercado de la espiritualidad. Y si no que lo digan los más de 7 millones de peregrinos cuyas únicas esperanzas parecen estar cifradas en Guadalupe-Tonantzin.

Esperanza. Una palabra que tiene un sonido especial. Hasta sabe bien articularla, aunque no sepamos muy bien qué signifique realmente en medio del caos que nos rodea. Hoy la escuché muchas veces. Es más, estuve en el Santuario de la Esperanza y con orgullo participé en una ceremonia cuyos verdaderos efectos no se percibirán sino hasta dentro de 53 años.

El libro que Antonio Higuera y yo escribimos para el Colegio de México y que recién nos publicó el Fondo de Cultura Económica, Quintana Roo Historia Breve, fue escogido para formar parte de los mensajes y objetos representativos de nuestra época, que serán sellados al alto vacío y enterrados en dicho santuario, y que nos revelarán tal como somos en estos momentos ante los, supongo, azorados ojos de quienes hoy ni siquiera han nacido, la generación que viva en estos lares en el año 2064. Además de nuestro libro, se incluyeron Cancún, fantasía de banqueros y otros más acerca de las lacras de explotación infantil y su prevención, el desarrollo de Cancún, los planes a futuro de Quintana Roo. También entraron a la cápsula del tiempo un celular y un USB, el emblema de la Cruz Roja, información de Amigos de Sian Ka’an sobre recursos naturales, fotos de Cozumel y Tulum, fotos del primer nacimiento del día, que resultó ser una niña, y otros objetos más. Cabe aclarar que los organizadores consultaron con ejecutivos de Apple para ver si podían dejar un iPad o un iPhone, pero la empresa no garantizó su funcionamiento después de 5 años…

Se nos pidió a los asistentes que lleváramos un mensaje, fotos, lo que quisiéramos depositar para ser abierto y revelado dentro de exactamente 53 años, y nos tomaron una foto a cada quien para ser incluida con todos nuestros documentos en un sobre rotulado y sellado. Yo incluí fotos de mis sobrin@s, sobrin@s-niet@s, de mi hermano y de mis hermanas del alma, así como un mensaje breve. También se nos dio una invitación para que un pariente nuestro esté presente en la señalada fecha de apertura de la cápsula del tiempo: 21 de diciembre del 2064. Mi invitación es para Martín Quintero Careaga, el representante más joven de nuestra familia. Y hablando de esperanzas, espero que pueda estar presente, a sus cincuenta y pico de años, en ese día. Espero que el Santuario de la Esperanza todavía exista, aunque con mucha previsión, los organizadores incluyeron en la invitación las coordenadas que permitirán ubicar el lugar: 20°50’.18’’ de Latitud Norte, 86°54’.29’’ de Longitud Oeste, es decir, en los extrarradios de Puerto Morelos.

¿Cómo será la vida en el Quintana Roo del 2064? ¿En qué derroteros andará México? ¿Cómo será Martín? ¿Cómo habrá transcurrido su primer medio siglo de vida? Aquí es donde más se hace necesaria y presente la palabra “esperanza”, porque no se puede mirar al futuro sin al menos unos cuantos gramos de esa preciosa sustancia. Hoy al menos nos metimos una buena sobredosis de ella.